El siguiente es un video realizado por la Universidad Politécnica de Valencia y Medianomedia, que es financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) del Ministerio de Economía y Competitividad. Es el primero de una serie de cinco capítulos en los que se explica las diferencias entre el cerebro y la computadora.
martes, 23 de julio de 2013
EL ESPIRITISMO ANTE LA CIENCIA
Video tomado de la revista Muy interesante.
Primera parte del documental
Segunda parte del documental
Primera parte del documental
Segunda parte del documental
sábado, 20 de julio de 2013
"UN ELOGIO DE LA FACILIDAD"
Francisco Gutiérrez Sanin
Hace ya más de tres
décadas, Estanislao Zuleta pronunció su justamente celebrada conferencia
“Elogio de la dificultad”. Este texto maravilloso hace parte ya del patrimonio
de la reflexión social en Colombia, y no ha perdido nada del vigor, la frescura
y el sentido de descubrimiento que tuvo cuando circuló por primera vez.
Referencia obligada, aparece con inexorable regularidad en nuestros debates
públicos. Tiene todavía miles de seguidores entusiastas, entre quienes me
cuento. Creo que esta es una de las pocas mayorías a las que todavía pertenezco
de manera sólida, así que preservo con especial cuidado mi carné de miembro del
club de fans del famoso “Elogio”.
Y sin embargo... tengo que confesar que desde que
leí el ensayo encontré un par de aristas desagradables, alguna que otra
estridencia, un par de afirmaciones demasiado rotundas cuyo mismo énfasis me
sugería inseguridad. Con los años, estas sordas molestias, que atacan en
momentos inesperados, han ido minando no mi admiración por el texto –que acaso
crece a medida que tomo distancia de él– pero sí mi entusiasmo por el programa
que expone. Como recordará el lector iniciado, este es claro y directo.
Queremos, dice Zuleta, un mundo de seguridades y tranquilidades, amores
eternos, verdades firmes, nichos seguros. “Deseamos mal”. Esto es fuente
continua de intolerancia y males sociales, y de la incapacidad de desarrollar
nuestras propias potencialidades individuales. En la sociedad actual, ese ideal
pedestre inevitablemente empobrece, y bloquea el progreso “sin descanso” hacia
“una altísima existencia” (citas del Fausto).
Puedo acompañar a Zuleta en su denuncia de la
nostalgia por “comunidades humanas no problemáticas” y en su magnífica retórica
contra la intolerancia fundamentalista. Pero me queda difícil seguirlo un paso
más allá. Pues el resto del argumento se basa en dos supuestos sumergidos y
eminentemente dudosos. El primero es el de que existe una jerarquía clara (no
problemática, precisamente) entre los ideales de realización humana. ¿Quién es
este pontífice para decirme que deseo mal? ¿Quién decide qué es una “existencia
altísima” y cuál se mueve apenas a ras de piso? ¿Cuál es el rasero que me
permitiría ordenar linealmente, de menor a mayor, al panadero, el habitante del
Cartucho, el campeón de boliche y el literato? Zuleta, recogiendo una veta que
se halla claramente en Marx, parece guiarse por un ideal que es a la vez
revolucionario y apasionadamente elitista: gregario en sus aspiraciones, pero
realizado en concreto a través del rechazo al comportamiento de la masa. El
infierno es la normalidad, ese terreno del filisteo. Pues bien: todo lo que ha
pasado en los últimos treinta años ha subvertido esta comodona jerarquía de
letrado. Si la historia social reciente contiene un mensaje común, ese es que
estas facilidades de las gentes corrientes, estos sus nichos tranquilitos y sus
ensueños aparentemente ingenuos, son mucho más diversos, múltiples y complejos de
lo que supone el “Elogio”. Si el cambio tecnológico reciente implica una
consecuencia común, ella es la multiplicación de puntos de acceso a la opinión
de todas las voces, desde desfachatados blogueros y tuiteros hasta usuarios de
YouTube que quieren mostrar su mascota al mundo. En esta forma de democracia
sin intermediarios, se impone inevitablemente el gusto medio. Una cacofonía
exhibicionista, sí, pero llena de vida. El triunfo del filisteo, sí, pero de un
filisteo que por lo menos es capaz de burlarse de sí mismo y hacerle muecas al
mundo, a lo Homero Simpson.
El universalismo jerárquico de Zuleta,
precisamente por estar irreparablemente fechado, es en todo caso refrescante en
un período en el que la moda intelectual se mueve más bien en la dirección de
un solipsismo alegre y vacuo. El segundo supuesto zuletiano carece de esa
virtud redentora. Puede enunciarse así: la renuncia a la comodidad, la
capacidad de ponerse en cuestión a sí mismo permanentemente, nos empuja al
mundo de la dificultad y por lo tanto desata
nuestras capacidades creadoras. ¿No les resulta inverosímil esta sicología un
poco histérica? Cierto: la capacidad de introspección y el autoanálisis son
virtudes loables y, dirían algunos, una de las características de la mirada
específicamente moderna (no, no lo creo: aunque eso ya es otro tema). Pero los
grandes creadores realmente existentes no fueron, ni son, optimizadores
globales, sino locales. A menudo, empobrecieron sistemáticamente su vida para
alimentar una vocación que, en este caso, operó a la manera de un agujero
negro. La expectativa lírica según la cual a una obra extraordinaria o rica ha
de corresponder una vida extraordinaria o rica resulta ser mucho más la
excepción que la regla en literatura, música, filosofía, matemáticas, pintura;
y me imagino que también en destrezas como hacer trinos destacados, tener una
buena página de Facebook o hacer un video excepcional para YouTube. Sí, sí:
están Johnny Nash y Évariste Galois; Bartók y Callas; Rimbaud y Maiakovski.
Pero la norma son tipos y tipas pedestres, brutalmente irreflexivos, algunos
puros rufianes o (la mayoría) simplemente insustanciales. Lograron sus propias
“cumbres altísimas”precisamente
porque fueron capaces de sustraer energía nerviosa y tiempo a
otras áreas, a menudo a través de atajos y trampas, y de una actitud
refractaria frente a las virtudes que con tanto vigor elogia Zuleta, como la
capacidad de ponerse en los zapatos de los demás y admirar la diversidad.
Claro: este construía su argumentación desde una
metanarrativa teleológica. Llegaríamos en algún momento a un tipo de sociedad
en la que los seres humanos, liberados de sus cadenas, podrían adquirir una
capacidad de autorrealización en la práctica infinita. Pero en la historia
humana conocida, en la que ya sucedió, las cumbres a menudo dependen
funcionalmente de las simas, y las facilidades (en plural) constituyen el único
respiro desde el que podemos recuperar energías y tomar impulso para hacer lo
que nos proponemos. Esa masa enorme de tiempo que se va en facilidades y rutina
es no solo un repositorio de la energía nerviosa indispensable para la
construcción de artefactos culturales complejos, sino el trasunto real y
concreto de la vida humana.
Texto tomado de la revista El Malpensante
"ELOGIO DE LA DIFICULTAD"
Estanislao Zuleta
La pobreza y la impotencia de la
imaginación nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata de
imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas
afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de
superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un
océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente
inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.
Todas estas fantasías serían inocentes e
inocuas, sino fuera porque constituyen el modelo de nuestros anhelos en la vida
práctica.
Aquí mismo en los proyectos de la
existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos
también el ideal tonto de la seguridad garantizada; de las reconciliaciones
totales; de las soluciones definitivas.
Puede decirse que nuestro problema no
consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo
que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia
no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de
desear. Deseamos mal.
En lugar de desear una relación humana
inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y
nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido
de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de
desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente
para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción,
una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida.
En lugar de desear una filosofía llena de
incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de
dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por
caudillos que desgraciadamente sí han existido.
Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito
original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos
regresar a él.
Desconfiemos de las mañanas radiantes en
las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde
la Antigüedad hasta hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los
partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos
miembros han sido alcanzados por la gracia –por la desgracia– de alguna
revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán
próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización
del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista.
Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran
inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de
pensamiento tal, que los que se atreverían a objetar algo quedan inmediatamente
sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no son argumentos,
sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos
propósitos.
En lugar de discutir un razonamiento se le
reduce a un juicio de pertenencia al otro –y el otro es, en este sistema,
sinónimo de enemigo–, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema
se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda
oposición, sino también toda diferencia: el que no está conmigo, está contra
mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay,
según Kant, un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de
una entrega total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica como
traición o como agresión.
Ahora sabemos, por una amarga experiencia,
que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus orgías de
fraternidad no es una característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o
de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede
funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad
de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente
elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de
caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso
particular –todos lo son– como la designación misma de la realidad y los otros
como ceguera o mentira.
El atractivo terrible que poseen las
formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana
no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la
indecisión y la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus
miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior bueno
–el grupo– y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia,
se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio
por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más
espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido que
precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una
inaudita capacidad de entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y desean
el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo,
porque lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el
sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la
necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el
amor y el respeto.
Un síntoma inequívoco de la dominación de
las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su
lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que
cae el concepto de respeto.
No se quiere saber nada del respeto, ni de
la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. Estos valores
aparecen más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como
signos de que se ha abdicado a las más caras esperanzas. Porque el respeto y
las normas sólo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la
entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a determinar las
relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el respeto a la diferencia,
sólo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia pueda
disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea, o en una
fusión amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo
seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él
una critica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se
habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra
boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y
el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su
falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la
realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo
peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la concepción
apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier tipo, son
vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de
realizar el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto sólo se reclaman y
se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.
Pero lo que ocurre cuando sobreviene la
gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente
lo que tan alegremente se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que
se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo,
escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una
sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era
fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional
e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el
arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el
sólo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente
superior.
Lo más difícil, lo más importante. Lo más
necesario, lo que a todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de
luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la
lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto
y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que
enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo
cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del
aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el
valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa
misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna
superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras
posibilidades.
Hay que observar con cuánta desgraciada
frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la
triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica: Es
decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se
trata de dar cuenta de los problemas, los fracasaos y los errores propios y los
del otro cuando es adversario o cuando disputamos con él. En el caso del otro
aplicamos el esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha pasado es una
manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el
circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las
circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura. Él es así; yo me vi
obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado.
El discurso del otro no es más que de su neurosis, de sus intereses egoístas;
el mío es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus
consecuencias. Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y
la adversaria por los resultados.
Y cuando de este modo nos empeñamos en
ejercer esa no reciprocidad lógica que es siempre una doble falsificación, no
sólo irrespetamos al otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos
negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo.
La difícil tarea de aplicar un mismo
método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa
desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y los
intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en
conflicto. Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la
superioridad de la causa que defendemos, como para estar seguros de que no
necesita, ni le conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría
defenderse cualquier cosa.
En el carnaval de miseria y derroche
propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de
Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar
al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad.
Dostoievski nos enseño a mirar hasta donde
van las tentaciones de tener una fácil relación interhumana: van sólo en el
sentido de buscar el poder, ya que si no se puede lograr una amistad respetuosa
en una empresa común se produce lo que Bahro llama intereses compensatorios: la
búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos, el anhelo de encontrar a alguien
que nos libere de una vez por todas del cuidado de que nuestra vida tenga un
sentido. Dostoievski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de
nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas,
los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón.
Pero en medio del pesimismo de nuestra
época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la
antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de
nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo
insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la
rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad
a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los
jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.
Este enfoque nuevo nos permite decir como
Fausto:
"También esta noche, tierra, permaneciste firme.Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor.
Y alientas otra vez en mi la aspiración de luchar sin descanso por una altísima existencia".
Texto tomado de El Abedul
miércoles, 10 de julio de 2013
DEJAR DE ESCRIBIR, DEJAR DE SUFRIR
El escritorio de Alice Munro. Dijo que no escribirá más (Ian Willms. The New York Times) |
El mes pasado la autora Alice Munro -considerada un Chéjov de nuestros días- anunció que dejará de escribir. El año pasado lo hizo también Philip Roth. Ambos declararon sentir un enorme alivio al tomar la decisión. Aunque esto de jubilarse públicamente es una novedad en el mundo de los escritores, hay una larga tradición de abandonos a la literatura. Esta nota cuestiona si para un escritor comprometido es realmente posible dejar de escribir.
Andrés Hax
El lunes The New York Times reportó que la aclamada escritora canadiense de cuentos cortos, Alice Munro, anunció que no iba escribir más. Ya había amagado con el retiro voluntario en el 2006, cuando dijo en una nota al Toronto Globe and Mail: “No sé si tengo la energía para seguir haciendo esto”. Sin embargo, en 2012 sacó su libro número 14. Pero ahora, a punto de cumplir 82 años, dice que el abandono es definitivo. “Me siento un poco cansada, pero agradablemente. Tengo una sensación agradable de ser como cualquier otra persona”, le dijo a The New York Times. Agregó, sin embargo: “También significa que me he quedado sin la cosa más importante en mi vida. No la cosa más importante. La cosa más importante era mi marido, y ahora se han ido los dos.”
Cualquier persona que presta atención a las noticias sobre escritores ya habrá pensado en el ejemplo reciente de Philip Roth, que también anunció, el noviembre del año pasado, quedejaba de escribir. Sobre su computadora, en su departamento en Nueva York pegó un Post-It que decía: “La lucha con escribir se ha terminado.” En una entrevista, también con The New York Times, dijo: “Miro ese apunte toda las mañanas y me da una gran fortaleza.”
Munro, por su lado, dijo que el ejemplo de Roth –quien cumplirá 80 años en Marzo– le había inspirado muchísimo en tomar su decisión: “Pongo mucha fe en Philip Roth. Parece estar tan contento ahora.”
Hace sólo una generación alguien de ochenta años ya era un anciano, pero hoy hay varios ejemplos de personas de esa edad que están tan lúcidos, sanos y activos como una persona de la mitad de su edad. En literatura podemos citar a Cormac McCarthy, que a los 79 años está por estrenar una película cuyo guión escribió. James Salter, que con 88 años acaba de publicar una novela extraordinaria. William H. Gass, también acaba de publicar una contundente novela. Como Salter, tiene 88.
Todo esto nos lleva a una serie de preguntas abstractas: siendo un escritor de verdad, ¿se puede dejar de escribir?; ¿se puede jubilar –de veras– un escritor?; ¿escribir es sufrir? ¿escribir es una condena –y la manera de liberarse de esa condena– los dos al mismo tiempo?
Munro y Roth no son los primeros escritores en abandonar la literatura. Lo que los distingue es que han declarado su retiro públicamente. Viendo algunos casos históricos, tal vez podamos sugerir posibles respuestas a estas preguntas que acabamos de plantear.
El abandono más famoso –y más enigmático– de la vida literaria es el de Arthur Rimbaud (1954-1891). Entre los 16 y los 20 años escribió poemas que lo han ubicado en los puestos más altos del panteón de la literatura universal. Pero los últimos 17 años de su vida, aproximadamente, vivió otra vida, completamente amputado de la literatura. No hay una carta, o un ensayo, o un registro de una conversación que explique este abandono. ¿Se le fue el don? ¿Dijo todo lo que quiso o pudo en esos cuatro años dionisíacos de su juventud? No se sabe.
Menos dramático, pero casi igual de misterioso, es el caso de J.D. Salinger (1919-2010). Tras escribir casi 20 cuentos y una novela que aun hoy son venerados, abruptamente y sin aviso, alrededor de los 42 años, dejó de publicar. Vivió hasta los 91 años. Aún se especula y se espera que haya una gran obra secreta póstuma, porque lo único que salido a la luz hasta ahora es una serie de postales que escribió a un amigo en Inglaterra. Su contenido es tan banal que si no fuera por la figura que las escribió no tendrían ningún valor literario. Como Rimbaud, nadie puede afirmar por qué dejó de escribir. ¿Se cansó? ¿Le pareció una actividad impura espiritualmente? (Tenía un interés documentado en el budismo Zen). No se sabe.
Más cerca a nuestros tiempos está el penoso caso de David Foster Wallace (1962-2008). A los 34 años publicó una gigantesca novela –La broma infinita– que fue un éxito en todos los términos posibles: lo hizo famoso, lo estableció como El Escritor de su generación… Pero también le impuso un estándar para superar que le resultó insoportable. Temía que nunca podría escribir, nuevamente, una cosa parecida. De hecho, nunca lo hizo. Se suicidó a los 46 años, ahorcándose en su garaje –que usaba como estudio– encima de una prolija pila de carpetas que eran el manuscrito de la novela que se publicó de manera póstuma e incompleta, con el titulo El rey pálido. Aunque Foster Wallace abandonó la escritura de la forma más definitiva –la muerte– su biógrafo, D.T. Max asegura que estaba pensando seriamente en abandonar la literatura y tal vez dedicarse a cuidar perros abandonados. ¿Su suicidio fue, básicamente, una forma de dejar de escribir? No se sabe.
Cualquier persona que presta atención a las noticias sobre escritores ya habrá pensado en el ejemplo reciente de Philip Roth, que también anunció, el noviembre del año pasado, quedejaba de escribir. Sobre su computadora, en su departamento en Nueva York pegó un Post-It que decía: “La lucha con escribir se ha terminado.” En una entrevista, también con The New York Times, dijo: “Miro ese apunte toda las mañanas y me da una gran fortaleza.”
Munro, por su lado, dijo que el ejemplo de Roth –quien cumplirá 80 años en Marzo– le había inspirado muchísimo en tomar su decisión: “Pongo mucha fe en Philip Roth. Parece estar tan contento ahora.”
Hace sólo una generación alguien de ochenta años ya era un anciano, pero hoy hay varios ejemplos de personas de esa edad que están tan lúcidos, sanos y activos como una persona de la mitad de su edad. En literatura podemos citar a Cormac McCarthy, que a los 79 años está por estrenar una película cuyo guión escribió. James Salter, que con 88 años acaba de publicar una novela extraordinaria. William H. Gass, también acaba de publicar una contundente novela. Como Salter, tiene 88.
Todo esto nos lleva a una serie de preguntas abstractas: siendo un escritor de verdad, ¿se puede dejar de escribir?; ¿se puede jubilar –de veras– un escritor?; ¿escribir es sufrir? ¿escribir es una condena –y la manera de liberarse de esa condena– los dos al mismo tiempo?
Munro y Roth no son los primeros escritores en abandonar la literatura. Lo que los distingue es que han declarado su retiro públicamente. Viendo algunos casos históricos, tal vez podamos sugerir posibles respuestas a estas preguntas que acabamos de plantear.
El abandono más famoso –y más enigmático– de la vida literaria es el de Arthur Rimbaud (1954-1891). Entre los 16 y los 20 años escribió poemas que lo han ubicado en los puestos más altos del panteón de la literatura universal. Pero los últimos 17 años de su vida, aproximadamente, vivió otra vida, completamente amputado de la literatura. No hay una carta, o un ensayo, o un registro de una conversación que explique este abandono. ¿Se le fue el don? ¿Dijo todo lo que quiso o pudo en esos cuatro años dionisíacos de su juventud? No se sabe.
Menos dramático, pero casi igual de misterioso, es el caso de J.D. Salinger (1919-2010). Tras escribir casi 20 cuentos y una novela que aun hoy son venerados, abruptamente y sin aviso, alrededor de los 42 años, dejó de publicar. Vivió hasta los 91 años. Aún se especula y se espera que haya una gran obra secreta póstuma, porque lo único que salido a la luz hasta ahora es una serie de postales que escribió a un amigo en Inglaterra. Su contenido es tan banal que si no fuera por la figura que las escribió no tendrían ningún valor literario. Como Rimbaud, nadie puede afirmar por qué dejó de escribir. ¿Se cansó? ¿Le pareció una actividad impura espiritualmente? (Tenía un interés documentado en el budismo Zen). No se sabe.
Más cerca a nuestros tiempos está el penoso caso de David Foster Wallace (1962-2008). A los 34 años publicó una gigantesca novela –La broma infinita– que fue un éxito en todos los términos posibles: lo hizo famoso, lo estableció como El Escritor de su generación… Pero también le impuso un estándar para superar que le resultó insoportable. Temía que nunca podría escribir, nuevamente, una cosa parecida. De hecho, nunca lo hizo. Se suicidó a los 46 años, ahorcándose en su garaje –que usaba como estudio– encima de una prolija pila de carpetas que eran el manuscrito de la novela que se publicó de manera póstuma e incompleta, con el titulo El rey pálido. Aunque Foster Wallace abandonó la escritura de la forma más definitiva –la muerte– su biógrafo, D.T. Max asegura que estaba pensando seriamente en abandonar la literatura y tal vez dedicarse a cuidar perros abandonados. ¿Su suicidio fue, básicamente, una forma de dejar de escribir? No se sabe.
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¿POR QUÉ CHOMSKY DESCONFÍA DE INTERNET?
Especial para BBC Mundo
El telégrafo y las
bibliotecas públicas tuvieron un impacto mucho mayor en las comunicaciones y el
acceso a la información que internet.
Eso le
dijo a BBC Mundo Noam Chomsky desde el Instituto Tecnológico de Massachusetts
(MIT, por sus siglas en inglés), el mismo lugar donde en 1962 el informático
John Carl Robnett Licklider concibió por primera vez la idea de una red global.
Activista político y ácido crítico del poder, Chomsky cree
que las revelaciones del exanalista de inteligencia Edward Snowden sobre el
espionaje en Estados Unidos son una prueba de que los gobiernos pueden aliarse
con las grandes corporaciones para usar la red contra los ciudadanos.
Considera, además, que los
lentes de Google son "orwellianos y ridículos" y que internet puede
aislar y radicalizar a las personas.
El
académico que revolucionó la lingüística y ha escrito más de cien libros
reconoce que la red puede ser valiosa y él mismo la usa todo el tiempo, pero
desde su oficina en Cambridge, Estados Unidos, desmitifica su impacto y se
pregunta sobre sus consecuencias.
Internet vs.telégrafo
"Internet representa un cambio, pero ha habido cambios
mayores cuando uno mira el último siglo y medio".
"La transición entre la comunicación que permitía la
navegación a vela y la que permitió el telégrafo fue mucho mayor que la que
generan las diferencias entre el correo tradicional e internet".
"Hace 150 años si mandabas una carta a Inglaterra, la
respuesta podía demorar unos dos meses, porque viajaría en barco, y quizás ni
siquiera llegaría a su destino".
"Cuando surgió el telégrafo la comunicación se volvió
prácticamente instantánea, y ahora que tenemos internet es sólo un poco más
rápida".
Internet vs. bibliotecas
"Hace un siglo, cuando se instalaron bibliotecas
públicas en la mayoría de las ciudades estadounidenses, la disponibilidad de
información y el incremento en la riqueza cultural fue ampliamente mayor que el
que genera internet".
"Ahora no tienes que cruzar la calle para ir a la
biblioteca, puedes tener acceso a información en tu propio living, pero la información ya estaba allí, cruzando la
calle".
"La diferencia entre internet y una biblioteca es más
pequeña que la diferencia entre la ausencia de una biblioteca y una
biblioteca... En la biblioteca además al menos puedes confiar en que el
material tendrá cierto valor porque pasó por cierto proceso de evaluación".
"Internet es una suma de ideas azarosas y es difícil
distinguir entre lo que alguien pensó mientras cruzaba la calle y lo que otro
estudió en profundidad".
¿Más unidos o más separado?
"Caminar hablando por teléfono es una forma de
mantenerse en contacto con otros, pero, ¿es un paso adelante o un paso hacia
atrás?"
"Yo creo que probablemente sea un paso hacia atrás,
porque está separando a la gente, construyendo relaciones superficiales".
"En vez de hablar con las personas cara a cara, de
conocerlas a través de la interacción, hay una especie de carácter casual de
esta cultura en desarrollo".
"Conozco adolescentes que creen que tienen cientos de
amigos, cuando en realidad están muy aislados".
"Cuando escriben en Facebook que mañana tienen un
examen, alguien les responde 'espero que te vaya bien' y conciben eso como
amistad".
"Todavía no he visto ningún estudio, pero pienso que la
nueva tecnología está aislando a las personas en un grado importante, está
separándolas unas de otras".
¿Más o menos abierta la
mente?
"Internet entrega acceso instantáneo a todo tipo de
ideas, opiniones, perspectivas, información. ¿Eso ha ampliado nuestras
perspectivas o las ha hecho más estrechas?"
"Yo creo que ambas. Para algunos las ha ampliado. Si
sabes lo que estás buscando y tienes un sentido razonable de cómo proceder,
internet puede ampliar tus perspectivas".
"Pero si te aproximas a internet de manera desinformada,
el efecto puede ser el opuesto".
"La mayoría usa internet como entretenimiento,
diversión. Pero de la minoría que la usa para adquirir información, lo que se
puede ver es que las personas localizan muy rápidamente sus sitios favoritos y
los visitan porque refuerzan sus propias ideas".
"Entonces te vuelves
adicto a esos sitios, que te dicen lo que estás pensando y no miras
otros".
"Eso
tiene un efecto de auto reforzamiento; el sitio se vuelve más extremista, y tú
te vuelves más extremista y te separas más de los demás".
Sin secretos
"Sólo por propósitos comerciales, Google, Amazon y el
resto están coleccionando enormes cantidades de información de las personas;
información que yo creo que no deberían tener".
"Rastrean tus hábitos, tus compras, tu comportamiento,
lo que haces y están tratando de controlarte dirigiéndote en determinadas
direcciones".
"Y creo que lo están haciendo en niveles que exceden a
lo que el gobierno hace. Así que el gobierno les está pidiendo ayuda".
"Los más jóvenes, muy a menudo no ven ningún problema en
esto. Viven en una sociedad y una cultura exhibicionistas, donde colocas todo
en Facebook, donde quieres que todo el mundo sepa todo sobre ti. Así que el
gobierno también sabrá todo sobre ti".
¿Una tecnología neutra?
"Cuando los medios para
hacer algo están disponibles y son fáciles de acceder, son tentadores y la
gente, especialmente la más joven, tiende a usarlos".
"Internet
es una tecnología que está disponible, hay mucha presión por usarla, todo el
mundo quiere decir 'yo esto, yo lo otro'. Hay un componente de
autovaloración".
"Pero
también hay toneladas de publicidad... Internet se mercadea a sí misma como un
medio para comunicarnos y conectarnos, y hasta cierto nivel, eso es cierto:
puedo contactar amigos auténticos en diferentes partes del mundo, en India, en
Medio Oriente, en Chile, en cualquier lugar".
"Y
puedo interactuar con ellos de una forma que sería muy difícil por
correo".
"Pero
por otro lado, Internet también tiene el efecto opuesto. Es como cualquier
tecnología: es básicamente neutra, puedas usarla en formas constructivas o
dañinas. Las formas constructivas son reales, pero muy pocas".
Tomado de BBC Mundo
lunes, 1 de julio de 2013
CURSIVA Y REDONDA - GUÍA DE ESTILO
En el presente documento, se establecen algunas recomendaciones para el uso de las letras cursivas y redondas.
ASCOT PERÚ ORGANIZA EL SEGUNDO TALLER DE ACTUALIZACIÓN EN CORRECCIÓN DE TEXTOS
Reproduzco el afiche sobre el Segundo Taller de Actualización en Corrección de Textos organizado por ASCOT.
DÉCIMA OCTAVA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE LIMA
PUERTO RICO ES EL INVITADO DE HONOR DE LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE LIMA 2013
La Feria Internacional del Libro de Lima es organizada por la Cámara Peruana del Libro y se realiza en Perú desde hace 18 años, convocando a los escritores más importantes de habla hispana durante sus días de duración. En el país no hay evento cultural más grande e importante que este; en los últimos cinco años han asistido 2 millones y medio de visitantes. Este hecho da cuenta del creciente sector editorial en un país acostumbrado a las letras, pues en su historia cuenta con uno de los poetas más importantes de América, como lo es César Vallejo, y con un Premio Nobel de Literatura, como Mario Vargas Llosa. Por todo ello, la FIL Lima es un punto de encuentro donde quienes escriben y leen sus libros comparten espacios de diálogo.
La FIL Lima está ubicada en el Parque de los Próceres, en un espacio de 11 mil metros cuadrados. Cuenta con 330 stands de 175 expositores peruanos y 21 países que ofrecen más de 100 mil títulos en libros originales. Para esta versión se espera superar los 3.5 millones de dólares en transacciones comerciales.
Sin embargo, la mayor atracción que tiene la feria es su holgado y atractivo programa cultural, el cual se cumple durante 17 días y consiste en más de 600 actividades caracterizadas por la alta calidad de sus exponentes y por lo atractivo que resulta para el público infantil y juvenil.
En la FIL Lima, también, se llevará a cabo una serie conmemoraciones como el de “Manuel Scorza: poeta, escritor y editor”. “Perú – Panamá: 500 años del descubrimiento del Mar del Sur”. “60 años de El Dominical de El Comercio”. Asimismo, contará con el Salón del Libro Electrónico (Embajada de Estados Unidos), el III Salón Internacional del Cómic, así como el III Seminario Internacional para Profesores y el IV Seminario Internacional de Bibliotecología. La feria además contará con el Pabellón Infantil y un Área de Entretenimiento, entre otros atractivos más.
El Invitado de Honor de la 18 FIL Lima es Puerto Rico, elegido por su riqueza cultural y sus amplias manifestaciones artísticas; sin escatimar esfuerzo, la Comisión Organizadora ha preparado una delegación de lujo con lo mejor de sus letras y se hace presente con 15 exponentes de la literatura y del mundo académico; reconocidas voces que nos presentarán sus obras, brindarán charlas y conversatorios sobre sus obras. Asimismo, la Isla del Encanto contará con un atractivo pabellón de 144 m2. En donde se exhibirá lo mejor de su producción editorial.
Con Puerto Rico como Invitado de Honor, no cabe duda que la Feria del Libro de Lima alcanzará sus metas trazadas y servirá para fortalecer los lazos culturales y comerciales entre ambos países.
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