sábado, 26 de noviembre de 2011

EL ORIGEN DEL SEXO: PECES FUERON LOS PRIMEROS EN COPULAR HACE 375 MILLONES DE AÑOS



Investigadores creen que placodermos fundaron la cópula; la mandibula evolucionó para que el macho sujetara a la hembra durante el coito, según hipótesis


En algún océano hace alrededor de 375 millones de años la magia de la copula nació entre dos peces, los placodermos, al menos esta es la hipótesis de John Long, investigador del Museo de Historia Natural de Los Angeles, y la portada de la nueva edición de Scientifica America, Dawn of the Deed (El Amanecer del Acto). El equipo de Long encontró en el desierto de Gogo (Australia) fósiles de unos peces de 375 millones de años de antigüedad, los placodermos, en los que se podía apreciar restos de un cordón umbilical, lo que significa que se reproducían por fertilización interna.

Los científicos creen que estos peces desarrollaron, al igual que los tiburones, un aleta pélvica, conocida como “clasper” en inglés, la cual sirve para introducir el semen. Pero el equipo de Long también parece haber descubierto que la mandibula evolucionó para permitir el coito, literalmente para sujetar a la hermbra en el acto:

“Entre ciertas especies actuales de tiburones, el macho comienza su cortejo mordiendo la espalda de la hembra, su cuello y la aleta dorsal, un movimiento que le ayuda a sujetarse durante la cópula. Esta observación nos llevó a especular que tal vez las mandíbulas evolucionaron en primer lugar no para procesar alimentos sino para mejorar el éxito del apareamiento. Esta innovación podría haber dado lugar al surgimiento de las mandíbulas, que posteriormente empezaron a servir para masticar alimentos”.

Hay que recalcar que esta hipótesis pese a estar sustenatda por el aparato científico, no es conclusiva y podrían descubrirse especies anteriores al placodermo -ese nuevo maestro de las artes amatorios-. Tampoco queda claro como “aparecieron” los orgános sexuales en los peces. De cualquier forma es interesante imaginar aquella mítica escena sexual en el mar en el Devónico Superior entre dos peces que encontraron por primera vez la entrada creativa al cuerpo de otro y fundaron la cópula. En el video se puede ver una simulación de aquel primer acto que sacó burbujas del vientre del mar.

INTERCAMBIO SEXUAL: CÓMO SURGIÓ

Un estudio reciente examina la posibilidad de que el intercambio sexual haya nacido gracias a los parásitos; sin su amenaza, quizá nadie nunca hubiera conocido el sexo.
Uno de los enigmas de la vida que más han resistido la revelación de su secreto es el sexo, ese acto para nosotros primigenio que, aunque nos parece tan esencial en nuestras vidas, ha sido para los científicos una especie de anomalía contradictoria de la teoría de la evolución. En efecto, si lo consideramos un tanto superficialmente pero en estrictos términos evolutivos, la reproducción asexual parece una mejor opción evolutiva frente a la reproducción sexual: no hay competencia ni cortejo ni necesidad de otro organismo al cual fecundar, no hay machos ni hembras que necesiten uno de otro para procrear, tampoco existe el riesgo de contagiarse de algún tipo de enfermedad originada en el contacto, todo lo cual hace de esta una actividad sumamente costosa para perpetuar la especie. Pero, a pesar de todo, el sexo se desarrolló.
Una investigación reciente a cargo de Levi Morran, de la Universidad de Indiana, intenta conciliar la reproducción sexual con la teoría de la evolución proponiendo que el sexo nació como un mecanismo de defensa: con la reproducción sexual los organismos desarrollaron la posibilidad de mezclar sus materiales genéticos, algo que no sucede en la reproducción asexual en la que los genes que pasan de un individuo a otro son siempre los mismos.
Morran comenzó a experimentar sirviéndose de la llamada “hipótesis de la Reina Roja”, una premisa de la biología evolutiva propuesta en 1973 por el biólogo estadounidense Leigh Van Valen y que hace alusión a un fragmento de Through the Looking Glass [A través del espejo], la continuación de Alicia en el País de las Maravillas, en el que la Reina Roja, que es una pieza de ajedrez, le dice a Alicia que en su reino «tiene que correr tanto como pueda para mantenerse en el mismo lugar». La paradójica sentencia llevó a pensar a Van Valen que la evolución se comporta más o menos del mismo modo: con un predador en el mundo, la presa está obligada a adaptarse de mejor manera para sobrevivir, a cambiar siempre, a no dejar de correr nunca si no quiere morir y extinguirse. En este caso, correr significa cambiar la información genética en cada generación de organismos, algo que, como se dijo anteriormente, solo es posible a través del intercambio sexual.
En un experimento con tres grupos de lombrices Caenorhabditis elegans —dos genéticamente modificados para reproducirse únicamente sexual o asexualmente y un tercero en condiciones naturales— Morran y su equipo probaron la hipótesis de la Reina Roja exponiéndolos a una bacteria (la Serratia marcescens, que se adhiere a las entrañas de la lombriz, se reproduce y la mata desde dentro) que podría acabar con todos los especímenes en 24 horas y la cual también se introdujo en tres variantes: muerta (y por lo tanto inofensiva), viva pero incapaz de evolucionar y, por último, viva y con la capacidad de co-evolucionar al ritmo de sus huéspedes (es decir, las lombrices). Los resultados fueron estos: la reproducción sexual funcionó bien en todos las condiciones; las lombrices que se reproducían sin sexo de por medio también resultaron triunfantes en el caso de la bacteria muerta y en el de la bacteria a la cual se le impidió evolucionar. “Sin embargo”, dijo Morran, “cuando permitimos que la bacteria co-evolucionara junto con su huésped, esta prácticamente llevó al huésped a la extinción en poco menos de 20 generaciones, lo cual es increíblemente rápido. Incluso rebasó mis propias expectativas de lo que podría pasar”.
Asimismo, en el caso de las lombrices dejadas en condiciones naturales, en presencia de la bacteria el porcentaje de individuos que, por decirlo de algún modo, “eligieron” reproducirse sexualmente, se elevó a 70% (contra el 20% o 30% habitual); una vez retirada la bacteria o si esta no compartía la evolución de su presa, las lombrices volvieron a la reproducción asexual unas cuantas generaciones después.
Este estudio, aunque no es concluyente sobre las causas que dieron origen (y razón de ser) a la reproducción sexual, revela el precario equilibrio natural en el que esta se apoya, la posibilidad de que hubiera bastado un mínimo detalle, el fracaso evolutivo de una bacteria cualquiera o un predador malogrado, para que nunca nadie hubiera conocido el sexo.
Tomado de Pijama Surf

EL ORIGEN EVOLUTIVO DEL SEXO SERÍA LA INTERACCIÓN Y NO LA REPRODUCCIÓN

De acuerdo con Thierry Lodé, autor de la "teoría de las burbujas libertinas", el origen biológico del sexo está solo parcialmente ligado con la reproducción y la herencia genética y, por el contrario, la interacción es mucho más importante en su desarrollo evolutivo.
En un artículo anterior reseñamos cómo la reproducción sexual se podría explicar evolutivamente por el intercambio genético que permite entre los ejemplares macho y hembra de una especie (a diferencia de la reproducción asexual en que el contenido genético permanece sin cambio de una generación a otra) que, ante posibles depredadores, representa una ventaja de las nuevas generaciones con respecto a las anteriores.
Por otra parte, otra teoría, también ligada con la herencia genética de determinada especie, sugiere que el motivo principal del intercambio sexual es reducir la probabilidad de que se presente algún tipo de mutación. En este caso la reproducción sexual se habría desarrollado como un caso especial de reparación de ADN dañado en eucariontes.
Sin embargo, parece que ninguna de estas dos suposiciones satisfacen unánimemente a la comunidad científica, en donde no se termina de comprender los motivos netamente biológicos o evolutivos por los cuales existen las relaciones sexuales.
Para Thierry Lodé, biólogo francés de la Universidad de Rennes, Francia, el sexo nació en el marco de lo que llama su “teoría de las burbujas libertinas” [libertine bubble theory], según la cual el sexo debería considerarse
como un intercambio genético entre dos organismos, originado desde un proceso de transferencia de genes arcaico y horizontal entre las burbujas prebióticas en la superficie del océano, de las cuales se piensa que tienen una función mayor en la creación de células vivientes. Mi teoría sugiere que el sexo resulta de tres condiciones primitivas clave: primero, las burbujas se forman espontáneamente, creando un entorno favorable para el material genético; segundo, la naturaleza “promiscua” de estas burbujas permite la transferencia de material genético entre las más “libertinas” de ellas, conduciendo gradualmente a una cierta selectividad de la membrana y, tercero, el hacinamiento del ADN fomenta la recombinación meiótica primitiva.
Estas burbujas comenzaron de hecho a formar y comenzar a intercambiar material. Dado que las interacciones que involucran intercambio de material genético podrían ser un mecanismo por medio del cual un elemento auto-promovible dispersa información genética, las burbujas que practicaban el intercambio genético ganaron ventaja en tanto la renovación genética favorece la variación adaptativa.
En este escenario, concluye Lodé, el sexo sería «no una solución para la reproducción, sino una interacción primitiva».
Y quizá esta idea tenga mucho sentido para nuestros lectores.
Tomado de Pijama Surf

ASÍ SE VE EL ORGASMO FEMENINO EN EL CEREBRO

Video muestra el orgasmo de una mujer encendiendo su cerebro en una animación generada con resonancias magnéticas: porno para neurocientíficos y neurocinéfilos.

El hombre lleva mucho tiempo intentando hacer visible la secrecía del orgasmo femenino, una especie de santo grial elusivo del placer humano. Esta expedición esotérica llevó al porno a dirigir la cámara al rostro de la mujer para de alguna forma significar este momento culmen (aunque fuera fingido). Ahora el equipo del neurocientífico Barry Komisaruk, quien se encuentra en una épica investigación por entender los mecanismos neurobiológicos que operan en el orgasmo, ha generado un video que muestra lo que ocurre en el cerebro, en todo su colorido esplendor, cuando una mujer tiene un orgasmo.
El video muestra el orgasmo de Nan Wise, una terapeuta sexual de 54 años que se ofreció como voluntaria para el proyecto. Mientras Nan se estimulaba con las manos su cerebro estaba conectado a un escaner de resonancia magnética que tomaba imágenes cada 2 segundo en 80 diferentes regiones cerebrales.
La escala de color representa la cantidad de oxígeno que está siendo utilizada en cada sección del cerebro; en el punto climático del orgasmo la imagen se enciende.  Queda solamente  descubrir si algunas personas se ven metaestimuladas por el rojo y el amarillo en su sexy neuroirrigación y  si  las resonancias magnéticas, quizás en un mundo transhumanista, sean el porno del futuro.

Tomado de Pijama sur