Por
Miguel Ayuso
El
diccionario de la Real Academia Española define el lenguaje como un “conjunto
de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente”. No
cabe duda de que el español cumple su cometido. Tal como señala Florentino Paredes García,
profesor del departamento de filología de la Universidad de Alcalá de Henares, el español “nos sirve a
todos para comunicarnos, y nos sirve adecuadamente”. Pero, ¿hablamos todos un español
correcto? “No podemos decir que es descuidado”, apunta Paredes, “pero, como
todas las cosas, es susceptible de mejora”.
Con la
idea de ayudar a los hispanohablantes a escribir y hablar correctamente el
español, el Instituto Cervantes ha impulsado la elaboración de El libro del español
correcto (Espasa), un manual
que pretende definir cómo debe ser el español de la norma culta. El profesor
Paredes ha coordinado su edición y ha atendido a El Confidencial para explicarnos cuáles son los
errores que cometemos con más frecuencia en el lenguaje hablado y escrito. Errores que, como señala el
filólogo, “son muy comunes y tienen mucha visibilidad, pues aparecen en los
medios de comunicación y las escuelas”, instituciones que deberían servir
como referencia, pero incurren en numerosas faltas que acaban extendiéndose
entre toda la población.
Lo cierto
es que el lenguaje está evolucionando más rápido que nunca, y lo que hoy no es correcto
puede serlo mañana. Esto de
por sí no es necesariamente malo, pero hay determinados usos que deberían
evitarse, pues llevan al idioma a empobrecerse y perder matices que son útiles
en nuestro día a día. En opinión de Paredes, “el español que quiera hablar
correctamente tiene que conocer la norma, la convención, aunque después decida
saltársela”. Y hay errores que un hablante culto debería evitar a toda costa.
Estos son los diez que, según Paredes, están más extendidos y son más
relevantes.
1.
Ambigüedad
Para
Paredes la ambigüedad es uno de los errores más graves que cometemos en el
lenguaje hablado y escrito. Se
da cuando “no expresamos con claridad lo que queremos trasmitir”. Cuando hablamos, este tipo de errores
se pueden corregir en el trascurso de la propia conversación, pero cuando
escribimos es mucho más difícil evitar confusiones.
La
ambigüedad puede surgir de muchas formas, por ejemplo, cuando utilizamos
incorrectamente los signos de puntuación (“lo haré como había prometido” no es
lo mismo que “lo haré, como había prometido”) o cuando colocamos mal los
complementos (“Se alquila habitación para estudiantes de 15 metros” no es lo
mismo que “se alquila habitación de 15 metros para estudiantes”).
Otra gran
fuente de ambigüedad es la tendencia reciente a sustituir verbos por nombres.
Se trata de un error que comete la prensa de manera habitual, con expresiones
del tipo “la elección del nuevo ministro”, que, según explica Paredes, “no
sabemos bien a qué se refieren”.
2.
Pobreza léxica
Paredes
asegura que el uso de
“palabras insípidas” está muy extendido y hace que el idioma se empobrezca. Quizás por comodidad, se abusa de
verbos como “hacer”, “dar” o “decir”, que son demasiado simples. No es lo mismo
“dar lástima” que “inspirar lástima”, ni “dar golpes” que “propinar golpes”.
Ocurre lo
mismo con determinados adjetivos como “bueno”, que se usa para todo, y con
fórmulas cansinas del tipo “antiguas pesetas”, “apretada agenda” o “cómodos
plazos”, construcciones que quizás eran acertadas el día que se inventaron,
pero que han acabado convirtiéndose en lugares comunes, que es preferible
evitar.
3. Tender
a utilizar palabras muy largas
“Parece
que usar palabras largas es mejor”, comenta Paredes, “pero no es cierto.Tenemos
que aprender a reducir los textos usando palabras más breves”. En opinión del profesor, abusamos con
frecuencia de los archisílabos, utilizando palabras como “incondicionalidad”, y
usamos construcciones rimbombantes que no aportan nada, como cuando decimos “en
el día de hoy”, en vez de limitarnos a usar “hoy”, que dice exactamente lo
mismo.
4.
Errores de puntuación
Paredes
es claro al respecto: “Son
innumerables los textos mal puntuados, y en Internet son legión”. El profesor reconoce que “es
difícil puntuar bien”, pero insiste en que debemos hacer un esfuerzo por
hacerlo correctamente. Los signos de puntuación son decisivos para dar sentido
al lenguaje escrito, pues sirven para aclarar lo que queremos decir. No es lo
mismo escribir “si necesitas algo pídemelo por favor” que “si necesitas algo
pídemelo, por favor”.
“La gente
cree que la puntuación tiene muy poca importancia, pero no es verdad”, señala
Paredes. El profesor lamenta, además, el arrinconamiento del punto y coma, un
signo que da riqueza al idioma, pero se usa cada vez menos, quizás por la
influencia del inglés. “Pasa lo mismo con la apertura de la interrogación”,
comenta Paredes, “es un aspecto distintivo del español que merece la pena
seguir utilizando”.
5.
Errores de entonación
Los
errores en la entonación se cometen cuando, en el lenguaje hablado, acentuamos
una palabra en una sílaba inapropiada. “A veces, como intento por destacar”,
señala Paredes, “se pronuncian palabras átonas como tónicas. No se intenta
remarcar nada, sino entonar distinto solo por el afán de ser distinto, o
pretender ser distinto. La
entonación tiene una función clarísima, contribuir a la interpretación de la
oración, de las ideas que queremos trasmitir. Si
cambiamos la entonación, y ponemos acentos donde no corresponde, el que nos
escucha tendrá más dificultad para entender lo que decimos”.
6.
Errores de sintaxis
Los
errores de sintaxis más comunes tienen que ver con el uso incorrecto de las
preposiciones. Tal como señala Paredes, muchos verbos deben ir acompañados
obligatoriamente de una preposición concreta, y cambiarla por otra lleva a que
realicemos una construcción inadecuada. Los
fallos más comunes son el dequeísmo y el queísmo, que se comenten cuando
utilizamos la preposición “de” antes de “que” cuando no se necesita, o la
eliminamos cuando sí es necesaria.
7.
Impropiedades del lenguaje
Para
Paredes este es un “problema serio”, pues se
trata de uno de los errores más extendidos y menos conocidos por la población
general. Se da cuando
utilizamos una palabra dándole un significado que no le corresponde. La
realidad es que, como apunta Paredes, “solo tenemos una idea aproximada de lo
que quiere decir una palabra, y no conocemos el significado exacto”. Esto ha
conducido a que algunas palabras hayan perdido su significado original. Es el
caso de “incidente”, que sólo debería utilizarse para referirse a una pelea o
una riña, pero se usa para referirse a cualquier contratiempo, o “inaudito”,
que se usa como sinónimo de “insólito”, pero, en realidad, se refiere a algo
“nunca oído” o “monstruoso”.
Este
error es una fuente constante de discusiones entre filólogos y lingüistas. Al
fin y al cabo, ¿quién decide lo que significa cada palabra? Las palabras evolucionan con
el tiempo, y con ellas su significado. Al
final son los hablantes los que acaban imponiendo uno u otro significado, en
función del uso que le dan a cada palabra. ¿Cuándo se convierte en norma lo que
se usa de manera global? Paredes es tajante: “Cuando lo recoge el diccionario,
que es el instrumento que nos hemos dado para ratificar la validez de
algo”.
8.
Extranjerismos inapropiados
La
influencia del inglés, ya sea, como señala Paredes, “por desidia o por malas
traducciones”, ha hecho que cambie el significado de muchas palabras españolas,
que usamos para expresar lo que dice una palabra inglesa parecida. Es el caso
de la palabra “bizarro”, que en español significa “valiente” o “generoso”, pero
se está empezando a utilizar como sustituta de la palabra inglesa “bizarre”,
que quiere decir “extraño” o “estrafalario”.
Otro
error derivado de la enorme influencia que tiene el inglés sobre los
hispanohablantes, tiene que ver con la tendencia
a usar términos extranjeros cuando tenemos alternativas en español, correctas,
válidas y que dicen exactamente lo mismo. No
todos los extranjerismos son incorrectos. Palabras como “robot” se han
introducido en el español porque no existía ninguna palabra en nuestro idioma
con el mismo significado. Pero hay otros extranjerismos que, tal como señala
Paredes, “se usan por esnobismo”, y no hacen más que dificultar el uso del
español. ¿Por qué hablar de “fast food” si podemos decir “comida rápida”? ¿Por
qué decir “link”, si podemos decir “vínculo” o “enlace”?
9.
Errores verbales
Ocurren
cuando usamos el infinitivo con valor de imperativo (no se dice “salir de
aquí”, sino “salid de aquí”), o cuando construimos oraciones sin conjugar los
verbos, un error muy habitual, que lleva a expresiones incorrectas como
“Además, decir que…”. Se trata
de una falta que se está extendiendo mucho. Tal como señala Paredes, “es
obligatorio el uso del verbo en forma conjugada siempre que se trate de una
oración completa”. El infinitivo solo se admite en formas muy concretas como
“no fumar”.
También existe una tendencia a
eliminar las formas subjuntivas, de nuevo por influencia del inglés, dando
pie a construcciones incorrectas como “no puedo creer que es verdad”, cuando se
debería decir “no puedo creer que sea verdad”. El filólogo insiste en la
gravedad de estos errores, pues “pueden llegar a modificar la estructura
interna del español”.
10.
Redundancias
Se trata de un error muy común que cometemos cuando utilizamos dos
palabras cuyos significados son repetitivos. No
es correcto usar expresiones como “el colofón final” o “beber líquidos”, pues un colofón siempre es final y
solo podemos beber líquidos. Paredes cree que “son detalles sutiles de
significado pero que se repiten constantemente, haciendo que los textos sean
muy farragosos”.
Tomado de El Confidencial