sábado, 14 de julio de 2012

ARGENTINA SERÁ EL PAÍS INVITADO A LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE LIMA











Durante una conferencia de prensa realizada en la embajada del Perú en Argentina, se anunció la presencia de este país como invitado de honor de la edición 17 de la Feria Internacional del Libro de Lima, a realizarse desde este 19 de julio en nuestra capital.

Entre los autores argentinos que llegarán para participar del evento literario destacan los nombres de Claudia Piñeiro, quien participó de la misma feria en el 2006 con el libro “Las viudas de los jueves”; Guillermo Martínez, best seller argentino de policiales; Juan Sasturain, quien además de escribir conduce el sintonizado programa cultural “Ver Para Leer”; Martín Kohan, ganador del premio Herralde de novela por “Ciencias morales”; y Diana Bellesi, una de las más valoradas representantes de la poesía argentina posterior a la Dictadura militar.

También se harán presentes el politólogo rosarino Eduardo Rinesi, el ensayista Horacio González y el joven literato Félix Bruzzone, quienes compartirán con los autores peruanos diversas mesas redondas.

Cabe señalar, que Argentina también tendrá un ciclo de cine vinculado con su literatura. Serán quince títulos entre los que destaca la ganadora del Oscar “El secreto de sus ojos” y los documentales de Tristán Bauer sobre Julio Cortázar y Jorge Luis Borges.

MÁS INFORMACIÓN


La edición 17 de la Feria Internacional del Libro de Lima se realizará del 19 de julio al 1 de agosto en el Parque de los Próceres de Jesús María (cuadra 17 de la Av. Salaverry). El horario de atención será de 1 p.m. a 9:30 p.m. y las entradas costarán S/. 3.



Tomado de El Comercio

DE SPINOZA A LACAN

Eva Tabakian

Las ideas del filósofo marrano estuvieron presentes en el corpus y la construcción de los conceptos del psicoanálisis hasta 1964. En su ensayo, Attal cuenta cómo y por qué.

La excomunión de Jacques Lacan, es decir su ruptura con la Asociación Psicoanalítica Internacional en el año 1964, marca el comienzo de un nuevo movimiento en el psicoanálisis. A partir de este hecho y este acto, Lacan se autoriza a sí mismo a seguir impartiendo su enseñanza y a fundar una escuela propia, centrada en su persona y en su experiencia. Pero la excomunión a la que aludimos tiene nombre y apellido de filósofo: Baruch Spinoza, referente que signará el comienzo de una nueva etapa del psicoanálisis como ciencia del hombre. Es así que Spinoza (1632-1677) se localiza en el centro de este cambio, a pesar de que siempre estuvo presente en el corpus y en la construcción de los conceptos y las nociones que van estableciendo el psicoanálisis.

Esta es la hipótesis y la línea de trabajo que José Attal se propone en La no-excomunión de Jacques Lacan. Cuando el psicoanálisis perdió a Spinoza, mostrando el recorrido y el entramado de las ideas del filósofo marrano en la tradición del psicoanálisis.

Hay en principio una relación indirecta entre Spinoza y Freud que es fruto del medio en el que éste se formó como fisiólogo. Sus maestros Helmholtz, Brücke, Dubois Reymond y Fechner adherían al determinismo como principio absoluto y reconocían a Spinoza como inspirador de sus concepciones acerca de, por ejemplo, las relaciones estáticas de las pasiones y su correspondencia con la naturaleza fisiológica. Hay además una afirmación freudiana que data de 1931 en la que, después de admitir su “dependencia absoluta” de Spinoza, Freud precisa que ha construido sus hipótesis “a partir del clima que aquel creó más que a partir de un estudio de su obra”. En este punto de su argumentación, Attal recurre a Lacan para encontrar el nexo de unión entre los dos pensadores, y lo hace a partir del análisis de un sueño paradigmático que se encuentra en el seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis en el que justamente se trata la cuestión de la excomunión.

Este sueño es presentado por Freud en el capítulo VII de La interpretación de los sueños y se denomina “Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?” En él se trata de un padre que vela el cuerpo de su hijo muerto y al quedarse dormido sueña que éste lo increpa con esa frase. A partir de este análisis, Attal se propone mostrar una aproximación entre el tratamiento del presagio y la profecía en Freud y Spinoza y las concepciones de la imagen y la alucinación de los dos para relacionarlas más adelante con la cuestión del deseo y la identificación que aportará Lacan. Esta introducción es el punto de partida para plantear un rumbo teórico riguroso que se introduce en las hipótesis del lenguaje y el conocimiento de Spinoza prestando especial atención a la teoría del signo que presenta su teoría.

Para llevar a cabo este recorrido el autor recurre a una bibliografía extensa que cita en abundancia, un recurso que se repite en todo el libro. La intención es proporcionar el material necesario para comprender que Lacan, después de haberse identificado al comienzo de su seminario con Spinoza, se distancie de él y recurra a la lógica de los estoicos para definir la relación del signo y el analista.

La diferencia entre los estoicos y Spinoza es que con el signo de los primeros es posible alcanzar al sujeto mientras que el signo de Spinoza apunta al entendimiento. Primer testimonio de la separación de Lacan de la concepción spinozista ya que no corresponde al modo de operar del analista con el signo: “El psicoanalista interviene no porque comprenda, sino porque es afectado”, como bien dice Lacan.

CONFIRMAN HALLAZGO DE OBRA INÉDITA DE KAWABATA

El Centro Literario Kawabata de la ciudad de Ibaraki, en la provincia de Osaka (centro), ha confirmado hoy que una novela corta inédita en poder de esta institución es obra de Yasunari Kawabata, premio Nobel de literatura en 1968, fallecido en 1972.
Los responsables de este centro dedicado a investigar la vida y obra de Kawabata han explicado que la novela está basada en una pieza teatral del autor húngaro posteriormente exiliado en Estados Unidos Ferenc Molnar, según ha informado la agencia Kyodo.
Se cree que Kawabata, nacido en la ciudad de Osaka en 1899, tradujo una versión en inglés de esta pieza al japonés y después escribió su propia adaptación en algún momento entre 1922, cuando aún cursaba estudios literarios en la Universidad Imperial de Tokio, y 1927, cuando ya empezaba a ser admirado por sus relatos.
Kawabata, reconocido mundialmente por obras como o "Nemureru bijo" ("La casa de las bellas durmientes"), de 1961, o "Yukiguni" ("País de nieve"), publicada por entregas entre 1935 y 1947, vivió hasta los 16 años en la ciudad de Ibaraki después de quedar huérfano de padre y madre a los tres años. (Con información de EFE).

Toamado de La República


KAWABATA

Debo a Javier Sologuren, que lo admiraba, mi afición por este escritor nipón (1899-1972). Niño enfermizo, huérfano desde pequeño e insomne tenaz, Yasunari Kawabata estudió letras europeas y japonesas en la U. de Tokio en los años 20, en la que se une a la llamada “escuela de las sensaciones”, a cuyos principios de refinamiento lírico será fiel en lo esencial en su obra, en la que destaca también su saber sobre clásicos budistas y poesía medieval nipona.

Kawabata es autor de una docena de novelas –casi todas traducidas para la editorial Emecé– entre las que destacan la autobiográfica La bailarina de Izu (1926), País de nieve (1935), El maestro de Go (1951) y La casa de las bellas durmientes (1961), reescrita por Gabo García Márquez.

Sus temas constantes son la soledad, la angustia ante la muerte, la pugna entre lo viejo y lo nuevo, la búsqueda de la belleza y la curiosidad por la mujer. En 1938 había sido testigo del interminable duelo entre el maestro Shusai –el último jugador clásico de Go– y el joven Otake, que lo derrotó, e hizo de esta contraposición materia de una de sus grandes novelas. Otra obra maestra es La casa de las bellas durmientes, una nouvelle en la que clientes ancianos acuden a un prostíbulo a contemplar geishas en el sueño o a acostarse a su lado. Si el acto sexual implica ardor, desasosiego, movimiento, este erotismo estático e inerte lo despoja y busca en el deseo suspendido un adelanto de eternidad (Shakespeare invocaba al “dormido Adonis” en sus versos).

Kawabata, primer nipón en recibir el Nobel en 1968, busca en su obra última un equilibrio entre el hombre, la naturaleza y la atracción del vacío. Impresionado por el suicidio de su discípulo Mishima (con quien se había escrito por 25 años), hizo lo propio –aunque sin harakiri– en 1972. No dejó ningún mensaje.

Tomado de La República


BUKOWSKI: ALCOHOL, MUJERES Y LIBROS

Santiago Velásquez
Escritor y periosdista

Durante los primeros cuarenta años de su vida, la vida sexual de Charles Bukowski fue prácticamente nula. De hecho no salió con ninguna chica durante su época de estudiante en el instituto ni tampoco en la Universidad. Él mismo estaba convencido de que era tan feo que jamás una mujer querría salir ni acostarse con él. Y no era para menos: durante su adolescencia y su juventud, Hank, como le llamaban familiarmente, fue un tipo alto, desgarbado y corpulento, propenso al aislamiento y a la timidez, de carácter huraño y con un terrible problema de acné. Tenía la cara agrietada por los granos, pero también la espalda, los hombros e incluso los párpados, lo que le provocó un complejo físico que fue el blanco idóneo para el escarnio de sus compañeros de clase y el rechazo airado de las muchachas de su edad. No en vano, los profesores del instituto llegaron a pedirle que dejara de ir a clase durante un tiempo por las desagradables pústulas que el joven padecía con virulencia en su rostro.

Si a esto le sumamos que la familia de Bukowski era inmigrante y que llegó a Estados Unidos procedente de Alemania en los años de la Gran Depresión, que el padre era un animal que pegaba brutalmente a su hijo por cualquier motivo y que la madre consideraba que la mujer tenía que obedecer siempre al esposo, que este siempre llevaba razón y que la función única de la mujer era la de llevar la casa y criar a los hijos, se entiende que Hank dejara por escrito lo siguiente: "Mi infancia no había sido fácil, así que el resto de mi vida no me sorprendió tanto".

En efecto. Parece que todas estas miserias (las palizas del padre, la sumisión de la madre, la pobreza, el sentimiento de saberse un inadaptado, el rechazo de los compañeros) le acabaron por endurecer para todo lo que tendría que venir después: el alcohol, el vagabundeo, los trabajos miserables, las peleas callejeras, las mujeres locas, la adversidad y la subsistencia más elemental.

Bukowski empezó a beber con apenas 17 años, inducido por su amigo Baldy, hijo de un prestigioso cirujano que había perdido la licencia por ser alcohólico. El padre de Baldy había dejado de beber por entonces pero aún conservaba numerosos toneles de vino en la bodega. En aquel sitio Baldy invitó a Hank a probar, le enseñó a poner la cabeza bajo la espita y a trasegar como un cosaco. Al principio, no le gustó y le repugnó el olor agrio del vino, pero luego ya no hubo vuelta atrás: "Crecí, me expandí, medía casi cuatro metros, era un gigante. Y me sentía maravillosamente. Y la vida era estupenda, y yo era poderoso. Y eso fue todo. Estoy enganchado desde entonces".

Durante su época de estudiante pasaba largas temporadas sin asistir a clase, gastando el tiempo en los bares, pero también en la biblioteca pública cercana a su casa, donde descubrió a Sinclair Lewis, a D. H. Lawrence, de quien dice que leyó todos sus libros, a John Dos Pasos, a Sherwood Anderson y a Ernest Hemingway que fue el escritor, junto con John Fante, que más le impresionó.

Enseguida supo que quería dedicar su vida a la literatura, pero había un problema: escribir requería tiempo y requería de experiencias vitales de las que poder nutrirse. Esto compaginaba mal con el trabajo, contra el que se rebeló toda su vida y contra el que dejó escrito muchos versos, como éste: "La verdadera / esclavitud humana / de hombres que no sabían / que eran esclavos".

De ahí le vino ese vagabundeo infatigable de una ciudad a otra, de un bar a otro, sin más objetivo que vivir situaciones que le sirviesen de material para la escritura: personajes turbios, habitaciones sórdidas, estampas de ciudades, lóbregos tugurios de barriadas marginales, todo valía para alimentar el bagaje de la experiencia. Vivió a base de rebanadas de pan, de salchichas ahumadas y de manteca de cacahuete. En cierta ocasión, después de estar cuatro días sin probar bocado, se dio el capricho de comprarse una bolsa de palomitas de maíz. Estaban calientes, saladas y grasientas y hacía tanto que no comía que entró en estado de trance en mitad de la calle y se puso a gritar: "¡Gracias, gracias, gracias!"

Dilapidaba todo su dinero en bebida y en las carreras de caballos, donde apostaba fuerte y perdía con frecuencia.

Un día …