Fotografía de Fujimori para inspirar compasión |
Por Rodrigo Montoya
Domingo 18 de noviembre, diario La Primera
Pareciera que está en juego una especie de perdón múltiple que aliviaría a todas esas fuerzas e individuos de la pesada carga que tienen en sus conciencias y del peligro de ser juzgados.
En este punto preciso, el Movadef y el Fujimorismo comparten la misma ilusión de ver libres a sus jefes por el pasado común que tienen en materia de crímenes, de violación de derechos humanos y de maneras de hacer política.
Fujimori se ha mantenido firme en no pedir perdón, porque sigue creyéndose inocente y porque cree que una vez indultado (borrón y copia nueva) podrá, en el mejor de los casos, volver a hacer política o irse a Japón a disfrutar de la fortuna que lo estaría esperando.
Desde su fracaso para convertirse en senador japonés y su salida de Japón para para tratar de volver victorioso a Lima por la frontera con Chile, todo le ha ido mal. Su abogado ha perdido todas las batallas. Desde su cárcel dorada el ex dictador debe extrañar todos los juicios que ganó con su socio Vladimiro Montesinos. La noticia de un nuevo juicio para responder por los 120 millones tomados de las Fuerzas Armadas para comprar a la prensa Chicha llega como un refuerzo contra el indulto.
De poco o nada le sirvieron las fotos para dar lástima e inspirar cristiana compasión, y parece haber quedado también en el camino su ilusión de “conceder” una entrevista a Raúl Vargas, de RPP. Su condición de mentiroso profesional y compulsivo ha quedado suficientemente demostrada. La terapeuta Carmen González, ella sabe bien de lo que habla, tuvo el coraje de escribir en su columna que “Fujimori es un psicótico sin remedio”.
En la gran campaña por este indulto múltiple para muchos beneficiarios, apelar al miedo frente a Sendero Luminoso sigue siendo un viejo recurso, útil de tiempo en tiempo. La consciente exageración del peligro que representa es una carta política, una especie de comodín.
Mintió Fujimori en 2000 cuando anunció oficialmente que Sendero había sido derrotado y liquidado. Sabía muy bien que quedaban núcleos armados en la Amazonía. Su peligrosa presencia sería desde entonces una buena razón para que las Fuerzas Armadas pidan más recursos, más armas y reconocimiento por sus servicios para el país.
Él y Montesinos sabían también de los estrechos vínculos de los senderistas con el narcotráfico.
De ese modo, se renovó no sabemos hasta cuándo, el miedo que es un viejo componente de la política peruana desde que Francisco Pizarro y sus soldados aprendieron a dormir con botas, y a ajustar las cinchas de los caballos que estaban ensillados para huir a tiempo del peligro indígena.
Tenemos en Lima una larga tradición de miedo a los llamados indios contra quienes se levantaron las murallas coloniales. Los indios de ayer son hoy los migrantes que llegan a Lima, los cholos, a quienes se tilda de delincuentes y terroristas y para defenderse de ese viejo y nuevo “peligro” se enrejan los parques y nos acostumbramos a vivir en una especie de ciudad sitiada en la que florece el racismo.
Cuando el diario Fujimorista La Razón llamó en un titular de su primera página a Nicolás Lynch “Embajador senderista”, tiró de la cuerda del miedo hasta hacerla reventar. Los dueños de ese periódico saben muy bien que Nicolás Lynch es un social demócrata, un profesor de larga trayectoria en San Marcos, cuya tesis doctoral en Estados Unidos trató sobre los estudiantes maoístas, que como ministro de Educación tuvo el coraje de enfrentar a la dirección del Sutep y que en sus libros y artículos periodísticos defiende un punto de vista democrático sin la más mínima complicidad con el totalitarismo senderista.
Ese titular sirvió para los lectores sientan miedo otra vez y para que la carta del miedo sirva para acabar con la izquierda. Una calumnia de ese calibre es prueba de la chatura moral de la derecha y su coalición de poder que no aceptan un punto de vista que no sea el suyo y meten en el mismo saco a los narcoterroristas del Vraem, a los maoístas de Patria Roja, a los senderistas del Movadef, al grupo de izquierda que en nombre de la Gran transformación ha roto con el humalismo.
Ollanta Humala no defendió a quien fue uno de los intelectuales de primera línea en el apoyo a su candidatura. Lo dejó caer, asustado por la cólera y el miedo de sus nuevos amigos y aliados. Ese lamentable argumento o fue más importante que el discurso oficial sostenido en Argentina y Uruguay para reforzar la Unasur y mostrar algo de independencia frente a Estados Unidos.
Cuando el ex primer ministro Salomón Lerner dijo que si los partidarios del Movadef renunciaban explícitamente a sus convicciones senderistas (“pensamiento Gonzalo”) habría que darle una oportunidad, usó en su frase la forma condicional. En el proceso de rearcaización política que sufre la derecha, si “es que” es igual a “es”. Ese es un problema que una buena instrucción primaria resuelve cabalmente.
Tomado de La Primera